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Los hijos del divorcio III

Una de las causas principales del divorcio es que al casarnos y tener hijos, nos olvidamos de ser pareja y nos concentramos en ser padres. Simplemente es imposible que exista estabilidad en la familia sino existe en la pareja.

Otra de las causas es sin duda la educación, el hombre no está siendo educado para los nuevos tiempos. Necesitamos un nuevo masculino para poder armonizar con el nuevo femenino que ya es una realidad. Esto también se aplica a la sexualidad y al crecimiento como seres humanos. Somos seres en proceso de desarrollo, cambiamos, crecemos, nos flexibilizamos o simplemente morimos, aunque sigamos caminando por el mundo como si estuviésemos vivos. Muchas parejas han muerto aunque sigan juntas y ese tampoco es el ejemplo que debemos darle a nuestros hijos.

Como dice Domeena Renshaw, un buen divorcio requiere las mismas cosas que se requiere para mantener un matrimonio. Es por esto que la mayoría de los divorcios son «malos divorcios». Mantener un matrimonio implica una buena comunicación, respeto uno al otro, celebrar las diferencias, o sea, olvidar querer cambiar a la pareja. Quienes tienen eso difícilmente se divorciarán y si lo hacen tendrán un buen divorcio. Esto nos lleva a una triste certeza, es imposible llevar a cabo un buen divorcio sin

lograr primero que los padres se comuniquen, se respeten y piensen primero en sus hijos, algo imposible en muchos países, ya que los abogados y los jueces ni siquiera tienen consciencia de lo que esto implica. Dice la Dra. Florence Bienenfeld, en su libro «Cómo ayudar a los hijos de padres divorciados» lo siguiente:

«Año a año, cientos de miles de niños se ven implicados en las disputas por ganar una custodia. Y no es raro que se conviertan en víctimas de un sistema legal que promueve la competencia más que la cooperación entre los padres. Estos, en su contienda, acuden a los tribunales tratando de ¡ganarse! a sus hijos, y durante la disputa es frecuente que se ejerza presión sobre los hijos a fín de que tomen partido o bien se les pide que elijan dónde es que quieren vivir, con lo cual los ponen en una situación en la que no es posible ganar. La batalla sobre la custodia de los hijos tiende a agudizar las hostilidades entre los padres, disminuyendo por tanto las posibilidades de una futura cooperación. En algunos casos, las disputas se prolongan por años y los hijos sufren tremendamente»

Un niño sano emocionalmente es como una mesa de cuatro patas; dos patas las pone papá y dos las pone mamá. Si alguna de estas patas se rompen, el niño estará «cojo» emocionalmente toda la vida, gracias a estos malos manejos. Eso se puede evitar.

 

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