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Los hijos del divorcio

Leo en la portada de una revista algo en relación a parejas y la necesidad de evitar el divorcio ya que este afecta a los hijos. ¿Descubrieron a América? Realmente me preocupa la ignorancia sobre este tema, por eso lo abordo una y otra vez, para ver si la gente y los medios de comunicación terminan de entenderlo.

Lo primero es definir lo que otros denominan “un buen divorcio”. Eso no existe, porque para que haya un buen divorcio, se necesita lo mismo que para que haya un buen matrimonio.

¿Qué se necesita para tener ‘un buen divorcio’?

  • Respeto
  • Ser leal
  • Buena comunicación
  • Haber crecido como ser humano
  • Ser transparante
  • Comportarse como un adulto
  • Valorar al otro
  • Ser sincero
  • Saber perdonar y pedir perdón
  • Estudiar, leer, asistir a talleres y charlas sobre parejas
  • Y lo más difícil: buscar terapia de parejas cada vez que se necesite.

Hace más de 30 años, en la rueda de prensa de Solo para adultos, mi primer programa de TV en República Dominicana, yo decía que la educación estaba obsoleta y que aprendíamos cosas que realmente no eran importantes para la vida. Es triste ver que la educación sigue siendo un dinosaurio, al menos con relación a este tema. Lo sorprendente es que esto incluye muchas veces hasta la educación universitaria. Hace poco me decía una estudiante de Doctorado en psicología que NUNCA había recibido ni una clase de Educación sexual y que las de Terapia familiar eran electivas. ¿Cómo en pleno siglo XXI un psicólogo puede ayudar a alguien siendo un analfabeto sexual y familiar?

Nadie nos enseña las tareas más importantes de la vida. Las aprendemos a puro golpetazos y con serias consecuencias para las parejas, las familias, los hijos y por ende, para la sociedad. ¿Quién le enseñó a ser padre o madre? ¿Quién le enseñó a ser pareja? ¿Le educaron sexualmente? ¿Conoce usted qué hace que una familia sea funcional?

¿Sabe usted elegir pareja, cuándo casarse y cuándo no? Lo vergonzoso es que hoy en día todo eso es ciencia. Y en vez de enseñarlo en las escuelas y en las universidades, se están repitiendo disparates, como la famosa abstinencia.

Siempre que se pueda salvar un matrimonio, debe salvarse, sobre todo si hay hijos. Eso implica resolver los conflictos y buscar ayuda de un buen terapeuta familiar y de pareja.

Hay que tener bien claro que para que el amor funcione, amarse no es suficiente. Necesitamos aprender sobre ser pareja. Debemos prepararnos y dejar de soñar despiertos. Esta cultura de telenovelas nos está acabando. La relación más difícil de la bolita del mundo es esa. Si no funciona, se afectan los hijos y la familia, y si usted no lo sabía, la sociedad no es más que la suma de todas las familias. Con razón estamos tan mal.

También sabemos que un divorcio mal manejado es tan dañino como un matrimonio lleno de peleas y conflictos, donde se usen los hijos y se les implique en los asuntos de la pareja. En toda familia deben existir fronteras inviolables, aunque sean flexibles. Los asuntos de papá y mamá, solo lo manejan ellos. Los cónyuges tienen que cuidar su relación y no confundirla con la de ser padres. No nos podemos olvidar de cuidar la pareja para concentrarnos solo en los hijos. Seremos padres toda la vida pero ser pareja dependerá de qué haga usted con su relación.

En un divorcio, los hijos deben saber que no tienen la culpa y que seguirán siendo amados y protegidos. A los hijos hay que informarles del divorcio y de por qué los padres creen que se están divorciando, SIN HABLAR MAL UNO DEL OTRO. Hay que respetar la imagen que el niño debe tener de su padre-madre. Los estudios indican que los hijos terminan teniendo serios conflictos con el padre que le habla mal del otro padre.

Resumen:

  • No es tan sencillo pedir que las parejas sigan unidas para evitar que los hijos sufran los embates de un divorcio mal manejado. Los de un matrimonio que se mantiene a pesar de ser un infierno, son peores.
  • La fiebre no esta en las sábanas. La única forma de lograr que el índice de divorcios se reduzca es ampliar la educación sexual y familiar en escuelas y universidades. Formar a nuestros niños y adultos para “vivir” en armonía y superar sus conflictos. Para saber elegir pareja y tener familias funcionales.
  • La educación en general, sigue ignorando esto y siendo irresponsable al no asumir el reto de una verdadera educación para la vida.

 

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