La mayoría de los hogares del mundo son mantenidos por una mujer en el aspecto económico y emocional. Decía una amiga muy querida, que las mujeres de esta época estamos en transición. Hicimos la liberación femenina, se nos olvidó empujar a los hombres a que hicieran la masculina y en el medio nos hemos quedado, liberadas, preparadas, pero con exceso de trabajo, tensión y trastornos de ansiedad. Ganamos buen dinero pero llegamos a casa y seguimos siendo la mujer que “dizque liberamos”. Tenemos que cocinar, supervisar las tareas de los hijos, atender al marido, limpiar, preparar todo para el otro día y aun muchos hombres pretenden (después de solo ver TV mientras nosotros hacemos TODO lo demás) que bailemos reggaetón en posición horizontal. Para rematar, ellos NO ENTIENDEN cómo podemos estar ¡tan cansadas!
Hoy sabemos que estas mujeres en transición o super mujeres, se están enfermando más porque tienen poca ayuda y demasiada tensión y responsabilidad sobre sus hombros, causando probablemente trastornos de ansiedad. Como si esto no fuera suficiente, sienten culpa por tener que dejar a sus hijos solos para ganarse el pan, por no llegar a tiempo a la clase de natación del niño por la maldita reunión que no se acababa nunca, y por querer abarcar todos los roles nuevos que tiene, sin la comprensión y ayuda de su compañero. Si es que este existe casi siempre es un difunto, como le digo yo a mis ex marinovios.
Por eso mi gran sueño es propulsar una ley que obligue a las empresas donde trabajan más de 10 mujeres o 10 hombres que tengan hijos menores de edad, a tener guarderías infantiles. Esto podría ser deducible de impuestos y de seguro contribuiría a tener mejores empleados, menos ansiosos y más tranquilos, seguros, concentrados y motivados. Además, tendríamos seres humanos más funcionales y sanos en el futuro con menos ansiedad, algo que necesitamos mucho. Como siempre digo: “hay que des maternizar a las madres y maternizar a la sociedad”.
El hombre se encuentra perdido, no sabe qué hacer con esta nueva mujer. Como no la puede controlar, le pega, le grita, la abusa psicológica y físicamente. La violencia doméstica se ha convertido en algo muy común. Cuantos casos no veo en mi consulta y en mi programa de televisión. He perdido la cuenta de la cantidad de llamadas telefónicas, cartas y correos electrónicos que me llegan sobre el tema de todas partes del mundo. Tenemos una nueva mujer y un hombre antiguo, tradicional, que no tiene claro cuál es su papel en este momento. Total a él solo le dijeron que debía ser buen proveedor (aunque la mayoría lo olvidó), buen preñador (eso sí lo recuerdan perfectamente) y protector. El punto es que ya no hay a quien proteger. Mas bien, tiene que aprender a protegerse de algunas mujeres (en eso no las puedo defender porque de que las hay, las hay)
Así la súper mujer puede abarcar a las madres solteras (aquellas que tienen hijos sea sin casarse o casadas, pero que los están criando solas) o madres casadas pero sobregiradas, llenas de responsabilidades, con tantos roles que las abruman y normalmente con poca ayuda de su pareja. Técnicamente están casadas, pero de hecho NO lo están y claro, madres divorciadas, ya que la mayoría son las únicas responsables con sus hijos, tanto emocional como económicamente.
Hablamos de madres solteras, cuando una mujer cría a sus hijos sola, ya sea porque quedó embarazada fuera del matrimonio y quien la embarazó “hizo mutis por el foro” o sea, se fue, salió corriendo.
Puede ser que esa mujer se haya casado, pero al divorciarse, el marido se haya divorciado de ella y de los hijos (cosa tristemente muy común) aunque estoy ronca de repetir que LOS HIJOS NO SE DIVORCIAN DE SUS PADRES. Lo peor es cuando esa mujer aún sigue SUPUESTAMENTE casada, pero el marido le “sube los vidrios” o le “saca los pies” como digo yo, para dar a entender que no le hace caso, no le importa, se “hace el loco” y deja toda la responsabilidad de la casa, económica y emocional, sobre los hombros de la mujer.
El índice tan alto de divorcios y separaciones, la cantidad de padres irresponsables y la doble jornada de la mujer nos llevan a preocuparnos seriamente. El horno no está para galletitas. Porque los niños, para ser funcionales y sanos emocionalmente, necesitan tener una buena imagen de ambos padres. De esto no pasar el niño crece “cojo” y va a tener dificultades para integrarse a la escuela, para elegir pareja y en su realización profesional. El niño forma su identidad, su propio yo, “copiando” a papá y a mamá. Si sólo puede “copiar” a uno de ellos estará realmente “cojo” como una mesa a la que le falta una pata.