Si hay una relación importante para todo ser humano, es la relación de pareja que nos proporciona los más bellos y tristes momentos de nuestra vida. Sólo si crecemos con nuestra pareja lograremos la ansiada felicidad. El tener una buena relación de pareja, donde la pasión, el compromiso y la intimidad sean una realidad, depende mucho de poder sentarse a ver «qué parte de mí» no le funciona a mi pareja, en vez de pretender que sea mi pareja quien cambie. La pareja es un lugar de conflicto, donde si crecemos tendremos momentos de felicidad.
Todos queremos encontrar la pareja ideal, ¿pero alguna vez te has preguntado si eres tú la pareja ideal? Todo hombre quiere una mujer fiel, pero la pregunta del millón de pesos es si ese hombre será fiel. Cuando exigimos lo que no damos, esa diferencia crea una situación de injusticia para el otro y esa injusticia es una bomba de tiempo para la pareja. La justicia en las relaciones es algo fundamental para que perduren.
Cuando la relación no es justa para ambos, se va deteriorando; el que está «abajo» se siente mal, rabioso, agresivo y usado. Toda relación debe tener un equilibrio de justicia relacional. Si esto no sucede, viene la apatía y la pasión se va por una ventana.
Aun así, amar de la manera correcta no es un pasaporte al éxito. Si amas a la persona equivocada, amar de la manera correcta no hará una diferencia. Quien eliges para amar es tan importante como la elección de amar.
Sólo si crecemos con nuestra pareja vemos que esa «sociedad» funciona y crecer significa «sanar» todo lo que traigo de mi niñez, de mi pasado, «mi equipaje emocional». Si mi madre tuvo preferencia por un hermano, quizás yo sea celosa y si mi esposo no conoce «mi equipaje» no va a entender mis arranques, mis explosiones ni mis celos.
Si mi esposo fue abandonado por sus padres y sufre de una gran «ansiedad de separación», me llama cien veces al celular, sólo desea estar conmigo, yo me siento «asfixiada» y perseguida mientras que él se siente abandonado. Esto sería más fácil de entender y superar si conozco su historia, su miedo al abandono y su equipaje.
Los seres humanos debemos tener la libertad de darnos a nosotros mismos. Hay gente que sólo da y no sabe recibir. Hay que esforzarse para tener la libertad de dar más y ser quien quieres ser y no te atreves a ser, expresar lo que te pasa aunque al otro no le guste.
Cuando se tiene esa libertad se recobra el poder personal, la posibilidad de hacer nuevas elecciones con tu misma pareja, expresar tus emociones y lograr creer en ti mismo sin sabotearte.
Nosotros no fuimos programados para tener una relación exitosa, nadie nos enseña eso. ¿Quién te enseñó a amar? Aprendiste a amar a través de la relación de pareja de papá y mamá. ¿Te gustaría que tu relación de pareja sea como la de ellos? Si ahí
hubo problemas, esos mismos vas a tener tú en tu relación porque ellos fueron tu universo.
Si deseamos detener el reciclaje de nuestros trastornos y problemas, si queremos que nuestros hijos sean mejores y sufran menos, tenemos que mejorar nuestra relación de pareja porque ese es el modelo que ellos copian. Crecer y cambiar beneficia particularmente a los hijos.
Si vimos a nuestros padres con esa «cara» de insatisfacción, si crecimos en medio de pleitos, grandes crisis y desavenencias es muy posible que lo repitamos en nuestro matrimonio. Todo eso nos hace ver «el matrimonio» como algo que no deseamos repetir. El niño que vivió esto aun vive en nosotros y no discrimina. Para el niño eso es el matrimonio.
Nunca olvidaré una paciente que me contaba lo terrible que era vivir en su casa con su padre alcohólico. Se casó con un alcohólico y tras varios años e hijos se divorció. Pocos años después volvió a tener una relación con otro hombre ¡que también era alcohólico!
Desde pequeños, muchos hemos “decidido” no casarnos por lo que hemos vivido o visto en nuestra casa. Ese niño que todos llevamos dentro, puesto que para nuestro inconsciente el tiempo no pasa, dice: ‘¿para qué me voy a casar si las mujeres pelean tanto o para qué me voy a casar si los hombres son infieles o le pegan a las mujeres?’ Después «lo olvidamos» cuando somos adultos.
Nos enamoramos y nos casamos, aunque quizás con un «miedo inconsciente», el niño nos está diciendo ‘¡cuidado, eso que llaman matrimonio no funciona, recuerda el de papá y mamá!’. Pero estamos muy enamorados y no le hacemos caso. Grave error, porque cuando nos casamos no es el adulto quien lo hace sino el niño en cada uno de nosotros. Lo que «sale» en el día a día de nuestra relación es ese «niño». De ahí que con nuestra pareja nos comportamos pidiéndole y exigiéndole que llene todos esos vacíos que traemos de la niñez. Es por eso que la conducta de nuestra pareja nos hiere tanto, porque nos remueve heridas emocionales que no hemos sanado.