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¿Debemos amar a quienes no nos aman?

El otro día asistí a una boda, cosa rara en mí ya que por lo general las ceremonias de todo tipo me aburren. Esto me hizo recordar la relación que guardo con la Iglesia y les confieso que tiendo a disentir en muchos aspectos con los religiosos, aunque en lo básico estemos de acuerdo: ayudar a los demás, amar al prójimo, pedir por justicia social y un largo etcétera. Sin embargo, durante el sermón del cura en la boda, estuve en desacuerdo con él en dos cosas: en que debemos amar aunque no nos amen, y en el famoso “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.

Siempre digo que mi personaje favorito en la historia es Jesús. Él se adelantó veintiún siglos a la ciencia psicológica. Hoy sabemos que la mayoría de las enfermedades, tanto físicas como emocionales, se encuentran muy ligadas a la imposibilidad de perdonar, a no amarse a sí mismo, a tener relaciones injustas, así como al hecho de aferrarse al dinero y a las cosas que no son importantes en la vida. Somos una sociedad orientada al tener y que se ha olvidado del ser.

Así, cuando el sacerdote insistía en que debemos amar aun cuando no nos amen, yo pensaba: lo siento, padre, no estoy de acuerdo con usted y tampoco pienso que lo esté Jesús. Él dijo ‘ama al prójimo como a ti mismo‘ y hoy la psicología sabe que es esa la base de la  y, por ende, es determinante en nuestra estabilidad emocional. El amor debe comenzar entonces por casa, pues si no nos amamos, no podremos amar. No es sano ni funcional amar a quien no nos ama, pues el que ama sin ser correspondido se siente molesto, agresivo, y puede caer en

 depresión,

  entre otras cosas.

 

La pareja se basa en relaciones de igualdad, nadie puede ser feliz si se siente inferior al otro, si siente que el otro abusa y lo utiliza. Pedirle a alguien que ame a quien no lo ama, es pedirle que no se auto-respete, que permita que otro juegue con su dignidad y con su

 autoestima.

  Esto solo creará serios

 problemas de pareja.

 
Una de las funciones de la pareja es servir de modelo a los hijos, no sólo en la construcción de su identidad sino también en lo que serán sus relaciones de pareja en el futuro. ¿Cómo podremos lograr esto si lo que ven nuestros hijos es una pareja infeliz donde uno de ellos está deprimido, distante y agresivo? Recordemos entonces que nuestra elección de pareja está determinada por la relación que tuvimos con papá y mamá, y por la relación que papá y mamá tuvieron.

En cuanto a aquello de que “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, pues pienso que el matrimonio debería ser para toda la vida. Sería lo ideal para hijos, padres, para la pareja misma; pero una vez más las estadísticas nos traicionan. El divorcio es una triste realidad, pero lo es sobre todo porque no estamos educando a las personas para ser esposos, esposas, madres o padres. Insisto, la educación formal ha olvidado lo más importante: educarnos para la vida. Definitivamente, la iglesia, los maestros, los padres, etc. NECESITAN EDUCACIÓN SEXUAL. Así que me mientras esto pasa me mantengo distante de los sermones en la iglesia y en estas cuestiones enfatizo mi desacuerdo. Zapatero a tus zapatos.