Cuando tenía unos cuantos años menos, como psicóloga y sexóloga, le daba mucha importancia a “la mente”. Creía que a las
hormonas
se les daba demasiada importancia en la respuesta sexual. Pensaba que si uno estaba enamorada y la relación era buena, el sexo sería bueno aún durante la
menopausia
y con pocas
hormonas
circulando por el torrente sanguíneo. Pero como la experiencia no se improvisa, y una histerectomía total me sorprendió bastante joven, o sea, me quitaron el útero y los ovarios, lo primero que me dijo el querido Dr. Ferreiras, mi ginecólogo de toda la vida, es que tenía que usar
hormonas
y ahí empezó mi martirio.
Cada vez que intentaba tomar pastillas o ponerme parches de
hormonas
químicas, retenía líquidos, me subía la presión arterial, engordaba y un gran ETC. Cuando no las usaba, no dormía, la piel se me resecaba, el pelo se me ponía horrible, estaba irritable, de mal humor, con
depresión
y me empezó a doler la vagina por la resequedad. Ir al ginecólogo era un suplicio y tener relaciones sexuales era doloroso.
Buscando y buscando encontré unas
hormonas
que me untaba a veces y tan pronto comenzaban los síntomas negativos dejaba de usarlas. Al tiempo, comenzaban los otros malestares por no usarlas. Como dice la canción “Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio; contigo, porque me matas y sin ti, porque me muero”.
Ahí no terminó mi tragedia. Una sexóloga, que siempre valoró MUCHO su vida sexual, empezó a ver y sentir cómo el deseo sexual y la lubricación se iban por una ventana. Ojalá muchas mujeres tuvieran el valor de contar esta historia porque, aún hoy en día, millones de ellas están pasando por esta situación que acabo de describir. Algunas están peor, ya que por su historial clínico o herencia, no pueden consumir las
hormonas
químicas.
La pareja empieza a desgastarse y es difícil hacer el amor sin deseo y con dolor. El hombre comienza a sentirse rechazado, la mujer cree que ya está vieja y que no sirve para nada. Perdemos así el mejor regalo que Dios nos ha dado: nuestra sexualidad. Antes esto era menos común porque vivíamos menos. Hoy es una realidad aplastante, cada vez vivimos más tiempo y debido al acceso que tenemos a la información, no queremos dejar de disfrutar nuestra sexualidad en la mitad de nuestra vida. En muchas familias esto surge cuando el nido se vacía, los hijos se han ido y tenemos más tiempo para nosotras y nuestras parejas. ¡No es justo!
En ese callejón sin salida me encontraba yo. Además de sentirme agotada, mis hermosas uñas ya no crecían, mi piel estaba reseca, como mi vagina y mi pelo. Pensé ‘ debe existir una solución en este mundo moderno’. Me llenaba de líquido de un día para otro y cuando tomaba aviones, llegaba a las actividades y la ropa me quedaba apretada por la retención de líquidos. Y no olviden que la televisión te hace ver de 10 a 15 libras más gorda. En mis planes inmediatos, y espero que en los de Dios también, no estaba, ni está morirme. Me repetía a mí misma que aún tenía mucho por hacer, por enseñar y disfrutar.
Probé con algunas
hormonas
dizque naturales que no me funcionaron. Hasta que gracias a un gran amigo, el Dr. Orduñas, hijo de una gran amiga, Mirna de Casanaves, una gran actriz puertorriqueña, cambió todo esto administrando
hormonas
bioidénticas. Ellas me devolvieron la vida. La palabra resequedad salió de mi vocabulario y la irritabilidad de mi cuerpo. Recuperé mi vagina y mi deseo sexual y todo lo bueno que había perdido sin sufrir consecuencias.
Ahora comprendo lo importante que son las
hormonas
para la sexualidad, como bien me enseñó mi profesora y amiga, Dra. Corina de Jesús. No quiero, ni puedo quedarme callada. Quisiera gritar ‘¡mujeres, hay solución y salida sin sufrir síntomas negativos, ni tener miedo al cáncer!’. La naturaleza nos brinda todo lo que necesitamos. No olviden que después de estar enamorado, el único afrodisíaco conocido es la testosterona. Además, es fundamental tener todas las
hormonas
‘alineadas’ si queremos sentirnos de treinta años como yo. Bajar de peso, dormir bien, disfrutar la sexualidad y la salud son algunos de los beneficios. Lamentablemente, en muchos países latinoamericanos estas
hormonas
no aparecen. Sigo luchando a ver cómo hacer que alguien se decida a poner en nuestros países esta maravilla al alcance de la gente. ¡Que vivan las
hormonas
bioidénticas!
Dr. Álvaro H. Skupin, MD, FACP, FCCP
Mother Stem Institute
3500 Coral Way #102, Miami, FL 33145
Llama al 305 – 443 – 4126 o complete el formulario debajo.