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Pérdida y separación en época de Covid-19

La pandemia nos está enfrentando con los temas más temidos por los seres humanos. Empeora esto la prohibición de visitas a los enfermos, se altera el proceso del duelo, porque no podemos hacer un funeral en la mayoría de los casos.

Casi todos hemos sido separados de nuestras madres de forma violenta, lo que Otto Rank llamó “el trauma del nacimiento”. En el parto natural, salimos por un canal estrecho, debemos respirar por primera vez, nos miden, nos limpian, los ruidos nos molestan, la luz fuerte en los ojos, también. El niño no sabe que se separó de mamá. A los 18 meses, comienza a entender que ya no está en el vientre.

¿Entiende ahora la desesperación de un niño cuando no ve a su mamá o lo separan bruscamente de ella?

Uno de nuestros miedos es separarnos, perder a los seres amados. De ahí el miedo a la muerte y al divorcio; el terror al abandono de la persona amada y, en el niño, el miedo a ser separado de la madre. Abandono, separación y pérdida son los grandes temas, el gran miedo humano. Si no me cree, oiga las canciones y vea las telenovelas.

En el útero materno no sentimos frío, no estamos solo. Flotamos en agua y escuchamos el latir del corazón de mamá. Por esta razón, los bebés se tranquilizan cuando son cargados por mamá y apretados contra su pecho. Oír esos latidos nos serena, es como estar otra vez en el útero. Nunca más volvemos a la unión perfecta con otro. Solo en el orgasmo —por poco tiempo y cuando de verdad se hace el amor—, volvemos a sentir esa unión perfecta con otro.

La separación más dolorosa, y una de las más temidas, es la pérdida de la pareja, solo comparada a la de un hijo. Romper un vínculo de afecto sólido es sin duda algo doloroso. La pareja llena necesidades muy importantes, nos puede dar mucha felicidad y mucho dolor. Por eso, al amar y volvernos vulnerables, nos arriesgamos a que nos partan el corazón y, sobre todo, a que nos abandonen.

Esto es magnificado cuando hemos sido abandonados previamente, y mucho más cuando ese abandono fue perpetrado por alguien importante, como papá o mamá. De ahí la importancia del amor, de los vínculos afectivos y de las heridas emocionales. El ser humano anda buscando por la vida “volver al útero”, estar completamente unido a otra persona.

Los seres humanos somos los animales que nacemos más indefensos y más dependientes de otros; pero es precisamente esa dependencia la que permite que construyamos lazos de amor con los que nos cuidan. La primera y más importante es con nuestros padres, y esta afectará a todas las demás. Cuando creamos lazos, nos volvemos vulnerables, necesitamos a esa persona, nos aterra perderla. Son esas relaciones las que crean nuestra felicidad.