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¡No es fácil ser hombre! II de II

Decía en la primera entrega de esta serie ¡No es fácil ser hombre!, que ser hombre implica muchas contradicciones y mucho esfuerzo. Una gran confusión se ha apoderado de ellos, la sociedad les exige cosas que no pueden cumplir y tratar de cumplirlo por años les ha costado mucho, tanto emocional, como físicamente.

Un nuevo masculino tiene que surgir. Ser varón debe ser redefinido por el bien de nuestros hijos, de la familia, la pareja y mucho más aún, por el bien de los hombres. ¿Acaso es fácil ser fuerte todo el tiempo, no poder llorar, tener que ser siempre exitoso, vivir sin poder sentir miedo, sin poder fracasar, ni demostrar sus debilidades? ¡Si alguien ha salido perdiendo con tanto machismo, ha sido precisamente el macho!

Con esto no quiero decir que el feminismo y la revolución femenina estén equivocados. La mujer fue abusada y lo sigue siendo. La revolución masculina también es necesaria pero es distinta, consiste básicamente en deshacernos de la idea de que los hombres deben ser agresivos, competitivos, insensibles y estar obsesionados por el éxito, el poder y la fuerza.

Está claro que el masculino fuerte y proveedor es cosa del pasado. Hoy en día, el trabajo en equipo, tener verdaderas relaciones significativas y justas, es lo más importante a la hora de tener una pareja y una familia funcional, además de ser exitoso en su trabajo. La manipulación, el abuso, el uso de la fuerza y el ver a la mujer como un ser humano de segunda categoría es historia patria y quienes no hagan entender eso a sus hijos, simplemente los están preparando para fracasar en este nuevo milenio.

Nos dice Walter Riso en su libro Lo que toda mujer debe saber acerca de los hombres:

«Los hombres no somos tan fuertes como la cultura ha querido mostrar. Más aún, en muchas situaciones donde sería propicio manifestar la tal fortaleza masculina, ésta brilla por su ausencia. Independientemente de las causas del estereotipo social que estigmatiza a un varón recio e indoloro, es indudable que los propios hombres, tal vez en respuesta a las deficiencias de un ego que necesita ser constantemente admirado, hayamos mantenido y promocionado esta imagen alterada de la masculinidad que, además de no ser honesta, nos ha traído más desventajas que ventajas. De hecho, muchos varones están hartos de jugar el papel de un superhombre carente de adrenalina, inerte ante el sufrimiento y totalmente autosuficiente. Si la mayoría de los hombres sienten miedo, no soportan la soledad, les agobia la idea del fracaso y no muestran el mínimo indicio de hacer abdominales, ¿de cuál sexo fuerte estamos hablando?»

Una vez más comprobamos de boca de un hombre, que realmente es difícil ser hombre, al menos en esta época. Muchas mujeres desean y piden un hombre tierno y cariñoso, que sepa expresar sus emociones, que coopere en las tareas del hogar y en la crianza de los hijos pero cuando un hombre comienza a comportarse de esa manera, de acuerdo a un nuevo masculino, muchas entran en pánico y dicen no querer un hombre «tan raro, que parece una mujer, tan débil». ¡Hasta lo acusan de ser homosexual!

Esto confunde mucho más a estos hombres que sinceramente luchan por exhibir un nuevo masculino. Algo bien cuesta arriba para ellos, ya que tienen que romper un sinnúmero de estereotipos que los han acompañado por años. Otras mujeres desean ese nuevo masculino pero pretenden que las sigan manteniendo y se niegan a tomar el control de sus vidas. Quieren un hombre «fuerte» que las mantenga y les resuelva todos sus asuntos y además, que sea tierno, cariñoso, buen compañero y con buen manejo de las emociones.

 

Para poder lograr una verdadera pareja necesitamos una mujer completa, que no busque ser mantenida porque sabe producir y manejar sus finanzas, que no busque ser “representada y protegida” porque puede y sabe tomar decisiones. Ella solita “se representa”, no necesita ser “la señora de fulano de tal”. Las mujeres tenemos que lidiar con las responsabilidades que estos nuevos derechos nos brindan.

Es un poco lo que pasa con las personas que desean saber cuáles son sus derechos pero no sus deberes. Todo derecho implica deberes. Para que las relaciones tengan futuro deben ser justas. No tenemos derecho a pedir lo que no damos, como tampoco debemos dar si no recibimos. La justicia relacional es una condición necesaria para lograr que nuestra pareja funcione y por ende, también nuestra familia. Muchas mujeres estamos siendo injustas con los hombres, les estamos pasando factura por el pasado, y así no puede funcionar una pareja. Si la pareja no funciona, la familia tampoco. Lo mismo se extiende al área de nuestro trabajo, de nuestros amigos, de nuestros negocios. Este nuevo masculino implica un nuevo femenino, si ambos dan el salto, todos nos vamos a beneficiar.

El verdadero poder no puede crecer sin la capacidad de ser justo, de compartir y de intimar. La revolución masculina debe basarse en hacer cambios drásticos a nivel psicológico y afectivo. La meta es ser más humano y poder crear un verdadero nosotros. Aprender a trabajar dejando el ego afuera de la oficina, de la casa, de la pareja. Aprender a compartir el poder y crear verdaderos vínculos de afecto, relaciones realmente significativas. ¡Esa es la revolución que le espera al hombre!

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