Decirle la verdad a un niño que es adoptado no puede estar en discusión. Negarle la verdad de su origen puede tener consecuencias terribles para él y para ti también. Aquí te explico el problema en detalle.
«Un niño privado de su medio familiar de origen debe ser integrado en el menor tiempo posible a una familia, a la que pertenezca para siempre» (*)
Parece insólito que yo les haga esta pregunta, pero no lo es. Durante toda mi carrera he visto casos que me preocupan y errores cometidos con terribles consecuencias, todo por desinformación.
El acto de adoptar un niño es un hecho muy conmovedor. Al hacerlo, se mueven sentimientos profundos, como el abandono que sufre por parte de sus padres biológicos el niño que es adoptado, así como el dolor de la pareja con problemas de esterilidad, la construcción de una nueva familia alrededor de ese niño que ha nacido y cuyos padres biológicos no pueden o no quieren acoger y criar.
Recuerdo a una madre que nunca le dijo a su hija que era adoptada. Como resultado, cuando la hija ya adulta se enteró en la calle, desapareció de la vida de su madre adoptiva. La madre sufrió serios momentos de angustia y cuando finalmente la encontró, la llevó a mi consultorio.
La hija se negaba a hablarle y solo repetía “ahora cómo puedo creer en alguien, si mi madre me ha engañado por tanto tiempo”. Necesitó muchos años de terapia y conocer a sus padres biológicos para volver a tener una relación con su madre adoptiva.
Tendemos a comportarnos para repetir lo que más tememos y así lograr que nos vuelva a ocurrir. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo. La mayoría de los padres adoptivos temen profundamente decirle la verdad sobre su origen a los niños por miedo a perderlos, pero si no se lo dicen cometen un grave error y sólo logran que su hijo se distancie, sienta mucha rabia contra ellos y tema abrirse a la gente y confiar en ella. Hacen un razonamiento muy claro: si mis padres me engañaron sobre algo tan sagrado como es quién soy y de dónde vengo, no es seguro creer en nadie.
“La adopción es el acto que permite a un niño ser incorporado a una familia distinta a la biológica, de forma definitiva, en condición de hijo. Es entonces la adopción una institución a la que un niño sin padres y sin familia tiene derecho. Ese derecho a ser adoptado es a su vez inseparable al derecho de conocer sus orígenes, que no es otro que el derecho a la identidad, propio de todo ser humano, pero que alcanza connotaciones particulares en materia de adopción” (*).
Así se debe decir a un niño que es adoptado desde que se le cambian los pañales, destacando que fue deseado y amado desde antes de nacer, que estaba en nuestro corazón desde siempre. Celebrar que tiene dos padres y dos madres, unos biológicos y otros adoptivos. Hablar delante de él o ella de este hecho, y cuando la gente pregunte por nuestro hijo, decir con naturalidad que es adoptado.
Al crecer, es muy posible que desee conocer a sus padres biológicos e ir a donde nació. Esto debe realizarse siempre que sea posible. Todo niño tiene derecho a conocer sus orígenes, no solo por el aspecto psicológico, sino también por el aspecto biológico y las implicaciones médicas en el futuro.
(*) Adopción para padres e hijos: la construcción de la familia. María Ester Benchuya, 2005
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