Me lo he preguntado durante muchos años, sobre todo en los últimos meses al ver cómo avanza la degradación ética y moral en los partidos políticos y en casi toda la sociedad: ¿Qué hace la gente decente y honorable militando en las organizaciones políticas si ellas no forman parte de los problemas del país, no de su solución?
El país es un botín que se reparten los políticos en complicidad con los sectores que patrocinan y promueven candidatos, que llegan al gobierno, atados de pies y de manos, no pueden producir cambios que rompan las estructuras de poder responsables de la inequidad en la distribución de las riquezas.
Un amigo me preguntaba hace unos días: ¿Habrá alguien en los partidos y en la política que no esté buscando enriquecerse? Claro que los hay, le respondí. Pero no sé si están en mayoría. Creo que no. La política se ha degradado tanto que todo el que llega al poder quiere resolver sus problemas económicos de por vida a costas de la pobreza del pueblo.
¿Cuántos hombres y mujeres no conocemos que han alcanzado posiciones económicas cimeras en la sociedad gracias a su militancia partidaria y su paso por el Estado?
¿Podemos decir que los partidos les sirven al pueblo, qué los dirigentes políticos tienen vocación de servicio hacía los demás? Sabemos que la mayoría ha ido al Estado a robarse el dinero del presupuesto nacional a sabiendas de que no pagaran las consecuencias porque cada cuatro años hay un “borrón y cuenta nueva”.
Es decir, borramos todo lo que se robaron lo que estaban y abrimos cuenta nueva para los que llegan para que también se hagan millonarios. Y así vamos cada cuatro años. Unos vienen con las alforjas vacías, las llenan y se van; llegan los otros y hacen lo mismo sin que ocurra nada porque son los dueños de la justicia, de los medios de comunicación, de las Fuerzas Armadas y la Policía. Los pobres que protesten, harto de tanta miseria y tantos engaños, terminan en las cárceles o muertos.
Paradójicamente, ese mismo pueblo, pendejo, pobre y sin educación, cada cuatro años va al matadero electoral a votar por los mismos ladrones que le compran la conciencia el día de las elecciones con las migajas del poder.
Mi amigo Joan Manuel Serrat suele decir que dejarles el canto a los cantantes es como dejarles la política a los políticos. Y aconseja a la gente humilde y sencilla de los campos y las fábricas a hacer suyo el canto y la política.
Tiene razón. En España la gente decente se ha empoderado con el movimiento cívico “Podemos” para desplazar en un tiempo récords a los partidos del sistema. Pero España es un país de gente educada, con conciencia social y cierta formación política.
Los partidos dominicanos han perdido su naturaleza y razón de existir aceptando en sus organismos a verdaderos ladrones, tunantes, narcotraficantes, banqueros de lotería, rateros, prestamistas al módico 20 %, violadores sexuales, proxenetas, explotadores, traficantes de seres humanos y demás cucarachas de dos patas, que luego convierten en congresistas, jueces, ministros, embajadores, alcaldes, etc.
En la mayoría de los partidos hay dirigentes y candidatos a cargos populares que deberían estar presos o deportados. La gente decente, con formación política, profesionales de reconocida solvencia moral y vocación de servicios no pueden aspiran a ningún cargo porque no tienen para costear una campaña a regidor, mucho menos a diputado, senador, alcalde. Y ni pensar en la presidencia del país.
En los partidos hay grandes mafias que cuando llegan al gobierno actúan como tales. Y así no puede ser. Hay que producir una profilaxis en los partidos. Cerrarle las puertas a la canalla, a las cucarachas de dos patas, a las ratas humanas que corroen las bases no solo de las organizaciones políticas, sino de toda la sociedad. De lo contrario, seguiremos jodidos.