Desgraciadamente, vuelo en American Airlines desde los años setenta. En esa época por lo menos respetaban a los enfermos, y se tenía el cuidado de proteger a niños y viejos. Daban un servicio decente, ya que nunca se han comparado con un Cathay Pacific, por ejemplo. Pero lo que pasa ahora da vergüenza y asco.
Y a nosotros, ¿quién podrá defendernos?, como decían en El Chapulín Colorado. ¿El Presidente? ¿Quiénes defendían a los clientes cuando este país más o menos funcionaba? ¿La prensa? ¿O habrá que llamar al demonio, porque estamos huérfanos y Dios está muy ocupado, en un mundo en el que cada día más es imposible vivir? Lo único importante es la política, cada vez más asquerosa e infuncional. Como dice Mafalda: “Paren el mundo, me quiero bajar”.
Vienen con sus excusas baratas: “…que si hay muchas personas en sillas de ruedas, que los huracanes, que no hay suficientes empleados…”. Ya los idiotas no existen, estamos hartos del mal servicio, cada día más caro, de esta línea aérea. Y de casi todas.
Por la muerte repentina de la madre de mi esposo, tuvimos que viajar en Avianca. A pesar de pagar primera clase, ya no te dan comida. ¿Aprendieron de American? Hasta un dedo pulgar me partí con el cierre de la correa, que no servía, ¡y ya íbamos a despegar!
¿Adónde se fue el respeto que tanto pregonan en este país, supuestamente una democracia ejemplo para el mundo? ¿Dónde quedó proteger a niños y viejos? Eso no se lo cree nadie ya. Ya conocemos a Disney, nos sabemos los cuentos de hadas de memoria y estamos hartos de las malditas excusas, tontas e irrespetuosas.
Oí cuando le decían a una señora —como de 90 años, que, como nosotros, esperó más de dos horas para que le dieran una silla de ruedas— que la meterían en un cuarto hasta las 5:00 am. ¡Abusadores!
Ese vagabundo le había dicho lo mismo a otra señora, que le exigió dormir en el hotel del aeropuerto y dinero para cenar. A ella se lo dieron. De la otra viejita, simplemente abusaron. Pero, como no me quedo callada, le dije bien alto a la pobrecita señora cuáles eran sus derechos. Ojalá los haya podido defender. ¡Qué injusticia, Dios mío!
En el aeropuerto de República Dominicana, antes de tener que irnos corriendo a Barranquilla al entierro, y llegando en American, nos bajaron en medio de la pista por unas escaleras. Según ellos, y para variar, no había dónde descargar el vuelo. Y mi adorado esposo, que iba en silla de ruedas por problemas con su columna vertebral, tuvo que bajar por la “bendita” escalera. Si va a viajar, ¡encomiéndese a Dios!