¿Desde cuándo hemos pensado que los niños son conejillos de Indias para usarlos como pequeños robots, con el fin de sacarles provecho en asuntos políticos, de educación sexual y hasta de género?
¿Hemos olvidado que existen los derechos de los niños? También se nota que la mayoría de esta “gente” no conoce la importancia de los primeros cinco años en los pequeños. Ni que me fusilen, creo que nadie que tenga conocimientos sobre la psicología infantil o educación sexual a esa edad, pueda ser parte de este irrespeto a la salud sexual y emocional en nuestro futuro. Insisto, los primeros 5 o 7 años son decisivos.
Tengo que admitir mi falta de tolerancia con dos poblaciones, los viejos y los pequeños, así como con personas con ciertas limitaciones. He repetido hasta el cansancio: sociedad que no cuide a sus viejos y niños, no merece ser llamada sociedad. Y ahora le agrego: tampoco tendrá futuro.
Una de las partes más importantes es educar sexualmente, aunque admito que las mal llamadas “instituciones” no persiguen educar, sino adoctrinar a nuestros hijos y nietos. Eso los daña y viola sus derechos sexuales. Por eso, no funciona, ni es educación sexual.
Lo primero que hace un educador sexual es trabajar y negociar con los padres y la familia. De no hacerlo, creará en el niño mucha rabia, culpa y sentimientos de no ser leal a sus padres y a sus conceptos religiosos.
Me he pasado más de 45 años educando sexualmente. Sé que los padres van a poner resistencia y que las iglesias contribuyen a crear tabúes sobre el sexo. De ahí las demandas legales sobre abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Un buen educador sexual sabe cómo bajar esas defensas y tabúes, pero jamás desautoriza a los padres.
Si un niño comenta las barbaridades que le dicen, como que el género no existe, algo que cualquier persona pensante sabe que es mentira, los padres dirán que la maestra es una fresca, una loca. Olvidando lo importante que la maestra es para un niño pequeño, pero también lo son sus padres. Se crea una gran confusión: “si creo en la maestra, estoy fallándole a papá y mamá. Si creo en papá y mamá, le fallo a la maestra”. La confusión y las lealtades están detrás de los trastornos emocionales.
Con decirles que respeten las diferencias, es suficiente. Los homosexuales deben ser respetados, las personas o niños no conformes con su género, también. Y por favor, no los confunda. Ambas cosas son distintas. Los gays son más aceptados, aunque todavía hay mucho que pelear. Los trastornos de género sufren mucho rechazo, de ahí el alto porcentaje de suicidios.
Los cambios de creencias son lentos y difíciles, y el adoctrinamiento no es educar. Se educa en libertad y respeto por el alumno, y de acuerdo con la ciencia. Lo contrario es abuso infantil. ¡Cuidemos a nuestros niños!