Hace tiempo leí sobre el techo de cristal que impide a las mujeres lograr sus sueños, desarrollarse como profesionales y ser “alguien” en el espacio laboral, además de mamá y esposa.
Pero, esto lo entendí mejor, en carne propia, cuando pude ganar un sueldo mayor que el del presidente Obama, pero al que renuncié por ser íntegra y defender mi dignidad. Yo viví lo que los libros decían del famoso “techo de cristal” al que nos obliga la sociedad. Dicen que las reglas han cambiado, pero no es así.
Mi hija Estefanía tenía dos años cuando por primera vez vi la película “Baby Boom”, con Diane Keaton, que marcó mi vida. Eso es lo que debe hacer el buen arte: cuestionarnos, ayudarnos a crecer y ver las cosas que hay que cambiar. Esto, definitivamente, casi no lo encontramos hoy. Lo sufren nuestras generaciones y vivimos los resultados en la sociedad actual. ¿O suciedad?
A pesar de que las mujeres nos hemos colado en el espacio masculino, aún no entramos completamente. El desastre de una sociedad que está destruyendo a los hombres, a las mujeres y a los niños, es el resultado final.
Me explico: las mujeres no pueden lograr sus metas hasta que esta maldita sociedad no entienda que es ella, en gran parte, la que asume la crianza de los hijos. No es justo que una mujer deba ser solo madre y ama de casa, renunciando a todo lo demás. Hay que “maternizar” a la sociedad, para que asuma su deber (pagado por nosotros con altos impuestos) y ayude al cuidado efectivo de los niños, después de la escuela.
Eso podría permitir a las madres cumplir su horario de trabajo. Dejarían de existir los “niños con llaves”, que están solos en su casa, porque, de lo contrario, no podrían comer. El dinero de un solo padre no alcanza. Mientras, algunos botan millones en fiestas y en guerras, y los “pro vida” siguen ocupados de los niños que aún no han nacido, mientras millones se mueren de hambre.
Pero la injusticia es también con los hombres. Dice el jefe de Diane Keaton en la película: “para que esta compañía gane 200 millones de dólares al año, yo ni siquiera sé cuántos nietos tengo”. Le aconseja entender que no se puede tener “todo” en la vida. En buen cristiano, que lo más importante es el dinero, no la familia, no los hijos, y aun más, no la salud. Y en esto pierden los hombres, además de las mujeres.
¿Hasta cuándo tendremos un mundo dominado por estos conceptos, viendo ya los resultados? Esto es más que liberación femenina. Es también liberación masculina, y el futuro del mundo.