Durante la pandemia he recibido invitaciones para hablar sobre cómo la cuarentena podría afectar a las parejas. El enemigo silencioso está generando divorcios y violencia en familias y parejas. Casi todos se preguntan: ¿Afectará este demonio, convertido en un virus diminuto, la vida sexual de los humanos del planeta?
En los años 90, trabajé mucho en temas de VIH, sobre todo en Puerto Rico y Miami. Lo que viví y aprendí entonces, ahora me ayuda mucho. El VIH sí está relacionado con la sexualidad, pues se podía transmitir sexualmente.
El coronavirus se contagia fácilmente por el aire, si estamos muy cerca. Aunque no toquemos a otra persona, podemos infectarnos. ¿Cómo hacer el amor con alguien infectado, sin correr el riesgo de enfermar? Lo único que nos salva es un sistema inmune fuerte, pero casi todas las parejas y familias terminan contagiándose si no se aísla al infectado.
Igual que el VIH en sus inicios, no hay nada que realmente ayude, excepto las células madre, aunque pocos medios de comunicación lo acepten. También es un tema que afecta los intereses de las grandes farmacéuticas. En esto se parece al VIH de los años 90, porque hoy poca gente o casi nadie muere. Ambos virus mutan, cambian, lo que dificulta muchísimo controlarlo o encontrar una vacuna. Pero sí tienen muchas cosas en común:
- La infidelidad, que es más frecuente de lo queremos y que va en aumento en las mujeres, es un peligro en estos días. Muchas personas han llevado al silencioso y pequeño enemigo a sus hogares, infectando a su esposa o esposo, y poniendo a sus hijos en la misma situación.
- Los encuentros casuales, o sea, el sexo no-relacional, como deporte, sin afecto ni compromiso, solo para sentir placer (o como yo lo llamo “tú me prestas tu pene para disfrutar, y yo te presto la vagina”), hoy se ha convertido en algo muy peligroso.
Este virus, al igual que el VIH, usted puede tenerlo sin síntomas e infectar a otros. Pero, ¿cree que las personas cambiarán su vida sexual por ello? Mi respuesta es muy triste: no.
Hoy recuerdo un entrenamiento sobre el tema en los años 90. Si queremos cambios en la gente, en el campo de la sexualidad, debemos impartir una verdadera educación sexual desde que los niños están pequeños. Los adultos difícilmente cambian la forma en que viven su sexualidad. No importa cuántos mensajes les demos, cuánto les repitamos la advertencia sobre el peligro. Esto es algo serio, porque jugamos con las vidas de los otros. Piénselo.