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Carta pública a Joaquín Ricardo

Joaquín Ricardo, usted se ha molestado por la exposición de una galería fotográfica de las víctimas de los gobiernos de facto de su tío y mentor, don Joaquín Balaguer, exhibida   por el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana en el Monumento a Los Palmeros.

Usted prácticamente justifica esos crímenes de Estado en un país donde no existe la pena de muerte, al argumentar que eran delincuentes nuestros valientes y nobles familiares. Jóvenes que sin ser sometidos a la justicia, fueron cobardemente asesinados en la vía pública, a plena luz del día y en muchos casos desarmados e indefensos y frente a sus esposas e hijos.

Señor Ricardo, no se me haga el inocente; usted sabe que ellos fueron asesinados por sus ideales políticos, que renunciaron a todo lo que tenían derecho, pensando primero en el bienestar colectivo de su pueblo y país; enfrentando fuerzas poderosas, nacionales e internacionales, que mancillaban el ideario libertario de los patricios y fundadores de nuestra nacionalidad.

Usted sabe también, perfectamente, aunque esto no le importe ni le moleste, que delincuentes son los que se sirven del erario, los que se pegan como garrapatas a la teta del Estado, en perjuicio del desarrollo económico, la salud, la educación y la justicia social de un pueblo.

Señor Ricardo, usted debería molestarse, sí, pero por la delincuencia que significa que partidos con escasa militancia se presten al juego de venderse al mejor postor en amañados procesos electorales, convirtiendo la democracia en una mascarada clientelista y ominosa.

Delincuencia fue la de robarse las elecciones cada cuatro años durante 21 años durante el balaguerato, amparados en la fuerza represiva, como si Trujillo les hubiera regalado el poder y traspasado, con títulos de propiedad, el país que gobernara como su finca privada.

Delincuencia fue la que enriqueció a un grupito de reformistas durante los gobiernos de Balaguer; delincuencia fue la que se entronizo en la Cancillería y en otros estamentos del Estado por más de diez años, como premio al regalo del poder.

Señor Ricardo, hay cosas que usted no está en capacidad de entender ni de asimilar y yo no osaría reclamarle por eso. Cosas como que “La rebelión se justifica” y que los que se rebelan contra la opresión y la injusticia, los que se sacrifican por su patria y lo dan todo; los que no se humillan, ni se venden, ni se arrastran, ni se acobardan, son todo lo opuesto a esa irrespetuosa calificación que usted hace de nuestros familiares caídos.

La memoria de los muertos se respeta, es sagrada; y mas la de los que se han ganado con su sangre ese respeto.

La rebelión se justifica frente a regímenes de facto, impuestos al pueblo y sostenidos por fuerzas extranjeras, por la bayoneta militar, por elecciones fraudulentas, por intereses empresariales insaciables, por vagos mantenidos como príncipes con el erario, por adulones ruines y lambones como los que auparon y mantuvieron a Trujillo y a Joaquín Balaguer en el poder durante más de 51 años.

Lo que usted debe hacer don Joaquín Ricardo—por su propia sanidad espiritual y por un sentido de justicia social–es pedirle perdón a los familiares de las víctimas de los gobiernos de su tío, y al pueblo dominicano, en su nombre, en el de su familia y en el nombre de todos los reformistas que apoyaron esos crímenes. Y también por las deportaciones, (muchas de las cuales les costaron la vida a valiosos dominicanos), por los prisioneros políticos, y por todos los latrocinios y abusos cometidos bajo los gobiernos de Joaquín Balaguer.

Y yo le diría que de paso, para que el arrepentimiento fuese más efectivo y abarcador, debería usted también pedir perdón hasta por los crímenes cometidos durante los 31 años de la dictadura de Trujillo ya que su tío, JB, fue mentor, guía, secretario personal, escribidor de los discursos de chapita y era quien recibía a los familiares de las personas apresadas y asesinadas, cuando éstas iban a palacio en busca de noticias acerca de la suerte corrida por ellos.

Y también debería usted pedir perdón porque JB, –no conforme con los más de 51 años en que trabajó empeñosamente en fastidiar a este pueblo–al final de sus días, tuvo el tupé de aliarse con el PLD, regalándole prácticamente el poder que usurpara durante 21 años; haciéndose corresponsable de todos los desmanes que hoy la sociedad dominicana les reclaman a Leonel Fernández y compartes. Desmanes que se traducen en muertes de niños inocentes en nuestros hospitales y de jóvenes abandonados a su suerte y a la delincuencia en nuestros barrios; así como al empobrecimiento de la gran mayoría de dominicanos de bien.

Que usted nos pidiera perdón sería un acto de decencia que   mandaría al pueblo el mensaje de que ni usted ni su PRSC pretenden seguir emulando esas políticas Trujillo-balagueristas. Pedir perdón al pueblo dominicano y a los familiares de las víctimas, también implicaría que ni usted ni ningún otro reformista volvería a colgarse y a apropiarse de las ubres del Estado, como si la vaca les perteneciera.

Finalmente, le recuerdo don Joaquín Ricardo, que el Papa Juan Pablo II pidió perdón por los crímenes que la Iglesia católica cometiera durante la Inquisición, y también los alemanes hicieron lo propio, por los crímenes durante la Alemania nazista.

Joaquín Ricardo, lamentablemente para usted y otros que piensan como usted, nuestros muertos viven en el corazón de los verdaderos dominicanos y tienen lugares de honor en la memoria histórica de este pueblo, en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana y en ese monumento a los gloriosos Palmeros y demás héroes y mártires por la libertad de esta patria de Duarte, Luperón, Manolo, Las Mirabal y Caamaño.

Déjeme decirle además, que la Historia juzgara y pondrá en su justo lugar al régimen de Joaquín Balaguer, tal y como hizo con el de Trujillo, y su nombre será borrado de calles, aeropuertos, parques y avenidas, cuando se adecente la política en este país. Y no quedara nada que nos avergüence, recordándonos sus nefastos gobiernos.

La próxima vez que se vea usted tentado a catalogar de delincuentes a nuestros familiares caídos, le sugiero se pare frente a un espejo a ver si se le pasa.

Y como es probable que usted no me conozca, le confirmo algo que ya debe haber pensado: soy una orgullosa “delincuente”; sobreviviente de los gobiernos de su pariente, y muy dispuesta, además, a seguir “delinquiendo” cada vez que mi Patria lo requiera.

Escrito por Elsa Peña Nadal