La Declaración de los derechos sexuales proclamados por primera vez en el Congreso Mundial de la
Sexualidad
celebrado en Valencia, España y ratificados en el de Hong Kong, no se cumplen en la mayoría de los países del mundo. Veamos por qué.
Basta con enfocarnos en el primer derecho, el de la libertad sexual, para chocarnos con una triste realidad. La libertad sexual incluye la posibilidad de que los individuos puedan expresar todo su potencial sexual. Sin embargo, esto excluye todas las formas de coerción sexual, explotación y
abuso,
en cualquier momento y situaciones de la vida.
ANTE ESTE PRIMER DERECHO PUEDE PREGUNTARSE UNO:
¿Cómo ejercer libremente algo que no se conoce y que es distorsionado y penado por varios integrantes de esta sociedad?
¿Cómo pueden las mujeres expresar y desarrollar todo su potencial sexual con el tipo de crianza y de reglas que le imponen, SÓLO A ELLAS, nuestra sociedad?
Una mujer es seria si es sexualmente recatada y SÓLO ha tenido un hombre. A nadie se le ocurre pensar algo así en relación a los hombres. Y qué decir de las minorías como son los homosexuales, transexuales, etc. En nuestros países este derecho no se respeta ni se cumple.
¿Podría una niña analfabeta aprender a leer si no lo enseñan? ¿Podría un niño analfabeto desarrollar todo su potencial si no es educado, sino sabe leer o escribir? Eso mismo pasa en el área sexual. Lo que sí da asco y vergüenza es la coerción sexual, explotación y abuso a que son sometidos hasta niños. Esto llega a tener ribetes alarmantes. El
abuso
sexual, el uso de los pequeños para satisfacer necesidades sexuales de los adultos es una realidad dolorosa, por sus consecuencias devastadoras en la estabilidad emocional y sexual de los que sufren este tipo de
abuso.
El derecho a la autonomía y la integridad sexual y la seguridad del cuerpo sexual, es el segundo derecho. Este derecho implica la habilidad para tomar decisiones autónomas acerca de la vida sexual de cada persona, dentro del contexto de su propia ética personal o social. Implica además control y disfrute de su propio cuerpo, libre de tortura, mutilación y violencia de cualquier tipo.
Parece mentira, pero aún hoy vemos que en algunos países se mutila a las mujeres.
El tercer derecho es a la privacidad sexual. Este implica el derecho a la toma de decisiones y comportamientos individuales sobre la intimidad siempre y cuando no afecten los derechos sexuales de otra persona.
Aún existen países donde el
sexo
oral sigue siendo ilegal. Adultos que ejercen su
sexualidad
responsablemente y en privado, tienen derecho a ser respetados. Deben revisarse ciertas leyes y entrenarse a los profesionales ligados a la justicia en la rama de la
sexualidad.
Seguimos llenos de tabúes sexuales, seguimos siendo analfabetos sexuales, a pesar de los embarazos en adolescentes, las infecciones sexuales y el SIDA. Ya es hora de dar verdadera educación sexual, no solo información sexual. ¡A quien le sirva el sombrero, que se lo ponga!